Comprendí que el doctor hablaba de la marea terrestre, y creí que estaba ebrio, o él o yo, y que el sol fluía hacia el nadir, como un fondo virtual sustraído por una pesadilla. Ahora sé que, con excepción del flujo de sus humores y la diástole y sístole que mueven su sangre circular, la tierra tensa sus músculos intercostales y respira con el ritmo de la luna; pero la regularidad de esta respiración es suave, y pocos hombres la notan.