Jack Kerouac
- Los vagabundos del Dharma
Recordé aquel versículo del Sutra del Diamante que dice: "Practica la caridad sin tener en la mente idea alguna acerca de la caridad, pues la caridad, después de todo, sólo es una palabra".
Gloria Fuertes
- Tener de todo un poco
Tener de todo un poco -como el pato- que nada, vuela y anda y pone huevos, tener de tierra y mar de niña y niño tener de bien y mal eso tenemos. No ser tan sólo hombres o mujeres no ser tan sólo alma o sólo cuerpo, no ser tan criminales como somos, no ser tan fantasmas como seremos. Tener de todo un poco, trigo, avena, y dejar un rincón para el centeno.
Gloria Fuertes
- No reíros de nadie
Tan solo de las cosas, no reíros de nadie, tan sólo de la gracia. Ya lo sabe por fin la aristocracia. Ni reíros vosotros los del pueblo, que cada casa tiene su marica, su santo, su ramera o su ministro... el limpio limpio limpio tire piedra. Todo mal quedará al fin disipado el mundo no estará apolillado, cuando por fin algún gallina-madre ponga un huevo cuadrado.
Gloria Fuertes
- Amar para nada
¿Amar para nada...? Miento... Te pagan con soledad y hermoso padecimiento. Ya no peino mi melena, como me han hecho tan mala, solo amo a gente buena. Ya no voy a la verbena hice un "tira al blanco" en casa y un "tío-vivo" con mi pena.
Gloria Fuertes
- Nada se puede explicar
Todo se puede explicar (menos un cuadro, un poema o una sirena de mar); que tan solo lo que existe lo podemos explicar; el amor, por un ejemplo, nadie lo puede explicar.
Charles Bukowski
- La senda del perdedor
El servicio cambió de manos pero mi suerte se mantuvo la mayor parte de tiempo. Acababan de cobrar en la fábrica aeronáutica. Nunca lleves un montón de dinero a la morada de un pobre. Él sólo puede perder lo poco que tiene. Por otro lado, es matemáticamente posible que pueda ganar todo lo que traigas. Lo que debes hacer, con el dinero y con los pobres, es no dejar que se acerquen demasiado.
Alice Miller
- La madurez de Eva
De niños aprendemos a reprimir y negar emociones naturales. Aprendemos a creer que las humillaciones y las bofetadas se propinan por nuestro bien y no nos causan dolor. Con esta información instalada en nuestro cerebro, educamos a nuestros hijos utilizando los mismos medios y explicándoles que lo que se suponía que era bueno para nosotros, también lo es para ellos.
Alice Miller
- La madurez de Eva
Como Adán y Eva, estas personas tuvieron que pagar por el amor de sus padres con obediencia absoluta, confianza ciega, renuncia al conocimiento y al pensamiento propios, es decir, con la entrega de su verdadero yo. Aceptan la postura autoritaria de la Iglesia porque solo la conocen bien desde la propia infancia: nosotros sabemos mejor que tú lo que necesitas; si quieres ser amado, deberás obedecer; no te puedes permitir preguntarnos porque no te debemos ninguna respuesta.
Alice Miller
- La madurez de Eva
¿Y por qué necesita la Iglesia el poder? ¿Acaso no está edificada sobre el mensaje del amor, el cual excluye por sí mismo la idea de poder? Entonces, ¿por qué confía tan poco en la fuerza del amor y se aferra tanto a su poder y exige obediencia? Millones de personas ni siquiera se plantean estas preguntas porque buscan cobijo en la religión y piensan que ésta excluye la infantiles, que Dios sea capaz de amar a un adulto.
Alice Miller
- La madurez de Eva
Lo hice convencida de que con este saber es más fácil dispensar amor a los propios hijos y aprender de ellos que, por ignorancia, convertirlos desde que nacen en pequeños pacientes a los que hay que someter a tratamiento médico y psicológico porque no se entienden sus síntomas. Argüí que, como el Papa llega con su palabra a muchos millones de personas y disfruta de una elevada autoridad, su postura inequívoca contra los malos tratos a los niños podría conseguir cambios fundamentales de conducta.
Alice Miller
- La madurez de Eva
Aquel hombre se mostraba particularmente progresista por televisión, pero no tenía interés en saber por qué motivos los padres destrozan la vida de sus hijas. Para él se trataba de un problema práctico que se debía solucionar como el resto de problemas de la administración carcelaria.
Alice Miller
- La madurez de Eva
En mi opinión, el terreno donde el desconocimiento del factor infancia llama poderosamente la atención es el del cumplimiento de condenas. Es cierto que los establecimientos penitenciarios actuales ya no se asemejan a las tétricas cárceles de siglos pasados, pero hay algo que ha cambiado muy poco: raras veces se plantea la pregunta acerca de los motivos que llevan al individuo a convertirse en criminal y de lo que puede hacer para no volver a tropezar con la misma piedra.
Alice Miller
- La madurez de Eva
Estoy completamente convencida de que se podrían impedir muchas operaciones y tragedias si los médicos estuvieran cada vez más preparados frente a estas actitudes, en lugar de atemorizar a los pacientes sin preocuparse por su historia. Nadie espera de un internista que, en un caso tan complicado como el de Isabelle, encuentre una solución o haga que la paciente no sólo perciba las causas emocionales de su síntoma, sino también el caldo de cultivo de estas emociones en la historia de su infancia.
Alice Miller
- La madurez de Eva
Naturalmente, Isabelle comprendía desde hacía tiempo que sus esperanzas habían desbordado completamente al médico internista. Hoy, tal como dice ella, ya no se toma a mal los límites del doctor, pero cree que le habría servido de ayuda si él hubiera sido capaz de decir: "Parece que está siguiendo la pista adecuada. El intestino es particularmente sensible y reacciona muy a menudo con espasmos al sufrimiento anímico. Intente hablar con un especialista sobre su shock. Puede hacerle bien."
Alice Miller
- El saber proscrito
Los padres de los actuales pacientes querían, por supuesto, que les fueran perdonadas todas sus crueldades. El niño se daba perfecta cuenta de ello, y su preocupación básica era satisfacer ese deseo para tener contentos a los padres. La represión de los sentimientos hacía posible la reconciliación. El precio a pagar era una incógnita, porque la relación entre la represión y los síntomas permaneción oculta durante largo tiempo.
Alice Miller
- El saber proscrito
Uno sólo puede aclarar realmente su situación personal y disipar los miedos cuando es capaz de sentirlos, no cuando se dedica a discutir sobre ellos. Sólo entonces se levanta el velo, y uno se da cuenta de lo que realmente necesita: nada de tutelas, nada de intérpretes que inducen a la confusión, sino el espacio necesario para crecer, y el acompañamiento de un testigo iniciado en el largo viaje que uno acaba de emprender.
Alice Miller
- El saber proscrito
Mi primer despertar se lo debo a mis pinturas espontáneas, con las que empecé en el año 1973. A pesar de ello, años después, en 1981, seguía negándome a ver con claridad que era precisamente el psicoanálisis lo que me mantenía alejada de mis sentimientos bloqueados desde la infancia, y, por tanto, de la verdad. Eso no lo descubrí hasta que, gracias al método de Konrad Stettbacher, conseguí aproximarme sistemáticamente paso a paso, a mi infancia.
Alice Miller
- El saber proscrito
En el marco de la pedagogía de la que hemos venido disfrutando, se sigue considerando natural que el adulto ejerza sobre el niño un poder ilimitado. Al fin y al cabo, la mayoría de las personas no conocen otra cosa. Sólo un niño al que no se haya herido puede darnos ejemplo de comportamientos totalmente nuevos, sinceros y verdaderamente humanos. Tal niño no asume sin cuestionarlos los argumentos pedagógicos que a nosotros tanto nos impresionaron.
Alice Miller
- El saber proscrito
De manera totalmente natural, los niños piden ternura, calor humano y afecto, carantoñas o incluso provechos materiales, pero ningún adulto tiene derecho a aprovecharse de eso para realizar actos sexuales. Sin embargo, la culpa de lo ocurrido no se atribuye al adulto, sino que siempre se busca, y por supuesto se halla, en el niño o incluso en su madre.
Alice Miller
- El saber proscrito
Digamos al respecto simplemente que el comportamiento de algunas niñas que quieren poner a prueba, en la seguridad del ambiente familiar, su capacidad de seducción, es completamente normal y no justifica ni el incesto ni los abusos sexuales, ni mucho menos constituye una apelación al adulto a práctica sexual alguna, la cual, por regla general, no es resultado de la iniciativa del niño, sino de la del adulto masculino, sobre el cual recae toda la responsabilidad.