Gabriel García Márquez
- Relato de un náufrago
Pensé que todavía tenía fuerzas para esperar hasta la noche sin necesidad de amarrarme. Me rodé hasta el fondo de la balsa, estiré las piernas y permanecí sumergido hasta el cuello varias horas. Al contacto del sol, la herida de la rodilla empezó a dolerme. Fue como si hubiera despertado.